Viajemos un poco por las
nubes de este cielo grisáceo, mientras la lluvia se apaga y mis ojos se encienden.
Aquí donde los viajes son turbulentos pero aterrizo en paradisíacos lugares, islas vírgenes y en ciudades habitadas de placeres mundanos y noches clandestinas donde sigo en mi faena de descubrir las voces de esos gatos que habitan tu madrugada, de esos rugidos que solo salen cuando la lujuria es desenfrenada.
Aquí donde los viajes son turbulentos pero aterrizo en paradisíacos lugares, islas vírgenes y en ciudades habitadas de placeres mundanos y noches clandestinas donde sigo en mi faena de descubrir las voces de esos gatos que habitan tu madrugada, de esos rugidos que solo salen cuando la lujuria es desenfrenada.
Caminemos descalzos por
tus calles mientras nos acercamos a tu casa, en esa húmeda morada donde cada
pared resguarda el aroma de lo indebido.
Ven y deja salir a tus
gemidos, que inunden la alcoba. Mientras mis colmillos se hacen de tus labios.
Deja rondar las caricias, que en tu espalda se claven las garras que habitan mis manos.
Que de esta lucha intensa solo saldrá un vencedor; que sea el siniestro deseo, de dos cuerpos y su sudor.
Deja rondar las caricias, que en tu espalda se claven las garras que habitan mis manos.
Que de esta lucha intensa solo saldrá un vencedor; que sea el siniestro deseo, de dos cuerpos y su sudor.
Mis manos apretujan tu
cintura, mientras un beso nos ajusta lo que hierve en la sangre, en las venas que
son cuerdas que se tensan haciendo que todo cobre forma y me sientes vivo y
firme ante la decisión de no tenerte sino de poseerte hasta que saciemos esta
hambre pasional.
Mientras nuestros cuerpos desnudos se abrazan, muerdo tus hombros cuales
frutos frescos. Te amarran mis brazos por la cintura sin soltarte mientras me
adentro en la agitación de estos latidos, de esta respiración apretada.
Hasta llegar al punto de declive donde toda caricia quema y cada beso incendia, donde cada vez que estoy dentro tuyo me siento mas tuyo que mío.
Donde ante mi abrazo, se
escucha el crujir de tus huesos. Tu mirada se pierde, tus músculos se tensan,
te estremeces... te rindes ante mí y yo solo me dejo llevar en esa respiración cálida
que nos une. Hasta llegar al punto de declive donde toda caricia quema y cada beso incendia, donde cada vez que estoy dentro tuyo me siento mas tuyo que mío.
Te miro y me despido de tus calles, de este viaje por la sombra de nuestro oscuro deseo.